lunes, 30 de abril de 2012

El oro le da vueltas a Raúl Mesa.


En 50 años de ciclismo, Raúl Mesa ha estado emparentado con los grandes del pedal. 

Por sus sabias manos han pasado los mejores corredores, de esos que se hizo leyenda en el pedalismo colombiano. 

Cuando el técnico, nacido en Jericó hace 69 años, echa un vistazo hacia atrás en su carrera, comprueba que por sus equipos pasaron corredores de la talla de Martín Cochise Rodríguez, Javier Ñato Suárez, Lucho Herrera, Fabio Parra, Álvaro Mejía, Oliverio Rincón, Pablo Wilches, José Castelblanco, Santiago Botero y Fabio Duarte. 

El de Mesa Orozco es un libro abierto, como si se tratara de la Biblia del pedal, en la que se debe consultar lo divino y lo humano del ciclismo en Colombia. 

En América y Europa ha estado el sendero de su consagración en 42 años de dirección deportiva, tras haber sido, durante ocho años, un buen pistero y un regular rutero, que por fuerza de las circunstancias se hizo exitoso manejador de las huestes antioqueñas en campeonatos nacionales a finales de los años sesenta. 

Un ex mensajero, de aquellos de bicicleta de la vieja Medellín; el hijo de don José Luis, un secretario de juzgado y presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Jericó. Un técnico que fue capaz de derrotar con su estrategia y Alfonso Flórez a los incrédulos soviéticos en el Tour del Porvenir de 1980, para regalarle una voz de alerta al ciclismo del Viejo Continente, que con sus pupilos daría a conocer, luego, de las grandezas de los escaladores venidos del otro lado del mundo, como si se tratara de mensajeros alados en la conquista de la montaña. 

Raúl Mesa es algo así como un sello de fábrica relacionada con el triunfo. Hasta una marca de bicicletas, esas que han sido el fruto de sus conquistas en las carreteras del mundo, como aquellas añejas de Táriba, en Venezuela y Panamá o el campeonato por equipos de la Vuelta a España de 1987 con Manzana Postobón, cuando terminó dando órdenes, incluso, en las huestes del Café de Colombia, con Lucho Herrera, quien fue por el oro español ido de tierras americanas en la remota época de Cristóbal Colón. 

Un diestro, aunque es zurdo, conductor de los hilos del trajín pedalístico, el que el Viejo Retemacanudo Julio Arrastía señalara como "el calculador", quien terminó siendo "el ajedrecista", con su cosecha de once títulos tanto en la Vuelta a Colombia como en el Clásico RCN, territorios abonados de su consagración. 

Un gestor de conquistas, al lado de corredores como Santiago Botero, a quien califica de superdotado; monstruos como Cochise Rodríguez, de quien asegura pudo haber ganado mucho más que cuatro Vueltas, pero que no se preparó lo suficiente para hacer más larga la cosecha. Y, además, siempre admirador de las luchas incesantes de Fabio Parra, al igual que de las colosales piernas de Lucho Herrera, quienes recibieron sus consejos en las carreteras del mundo ciclístico. 

Mesa puesta para el triunfo, el dueño del "no matase y esa es la palabra", frases que lo emparentan en 50 años de ciclismo con los logros de los grandes del pedal, esos que incluso lo hicieron llorar de emoción.

Fuente: El colombiano.



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